miércoles, mayo 02, 2007

Tiananmen: el espejo (II)



Aunque los tanques de Alicia
cruzaron al Pais de las Maravillas hace ya 18 años, el silencio de los chinos debe guardar en algún lugar secreto el libro de los muertos. No es creible que la memoria borre sus propias huellas. El nómada nunca tiene recuerdos del lugar que habita, por eso no puede juzgarlos.
El Komandante Ché anotaba en la Bitacora de Rarezas: “se parecen a esos puestos de helados que hay en las playas”. Se refería a los soldados que hay desperdigados alrededor de la plaza, subidos a un pequeño cubo y todos ellos protegidos por una sombrilla del sofocante gris cielo de Beijing: en cada paso o entrada a la plaza, cada pocos metros y alrededor de ella, en cada monumento vallado y protegido, cada esquina cubierta... cada cien personas un secreta.
Alrededor de la plaza el poder levanta sus formas, como lo hacen los muros del mundo: encerrando los espacios abiertos, poniendole puertas al campo: el Mausoleo de Mao Zedong, el Museo de la Revolución, el Gran Salón del Pueblo, La Ciudad Prohibida, el Monumento a los Héroes del Pueblo...
Y entre las piedras, aún respiran los sueños.

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