miércoles, octubre 10, 2007

Los huecos.

-El Templo del Cielo (II)-

Como salidos de un cuento,
hay lugares que las palabras no habitan: son aquellos donde los hombres se olvidan de serlo.
Apenas quedan sitios cuya arquitectura no haya sido levantada con el hormigón del tiempo, el martillo segundero, el plano reloj. No nos quedan ya -a este lado del muro del mundo, aún menos- parajes desiertos, territorios desconocidos, ZONAS AUTÓNOMAS donde el hombre sea elemento: apenas nos quedan huecos.

Hemos levantado plazas, teatros, edificios, jardines y zoológicos, reservas, parques y monumentos. Hemos trazado, delimitado, definido, diseñado, organizado, programado, establecido, roturado, determinado... cada rincón habitable del mundo, cada centímetro de tierra o agua. Incluso, hemos ocultado los lugares abandonados. Son los no-lugares:

Allí donde todo es grieta, hueco. En los intersticios y en los intérvalos. En las pausas. En los sueños. Y entonces flota en el aire el olor de la vida: que a veces es de las flores y, otras, de las fiestas.
La música del nómada es su huella.
La del mundo, sus gentes.


El Templo del Cielo (I)

El viajero recorre el mundo siguiendo las piedras:
la Ciudad Prohibida, la Muralla China, el Palacio de Verano... El Templo del Cielo.



Como faros de luz antigua,
los vestigios del mundo atraen a los viajeros y en ellos se concentran las migraciones estivales de este animal extraño que somos los humanos. En China, (que durante años no han disfrutado de las vacaciones pagadas -sería un invento capitalista...-), hay lugares donde el extranjero parece el autóctono: millares de chinos se han puesto a hacer turismo, y lo hacen todos a la vez.

Un cierto "landismo" chino
-ya hablaremos de él- está proliferando en los "puntos calientes" de las rutas turísticas. Están en todas partes y todo lo arrasan con sus flashes y sus comidas plastificadas: el lema "una salchicha, un plástico" parece ser que fue acuñado por los ideólogos del partido para, subrepticiamente, insinuar alguna confusa idea sobre la natalidad, el condón y esas cositas... En cualquier caso, los chinos tienen tanto o más derecho que el resto para visitar los lugares que forman parte de su historia -si es que la historia pertenece a alguien- pero, definitivamente, somos demasiados para la paz de las piedras.

En el Templo del Cielo,
hay una piedra -una especie de botón-ombligo del mundo, no más grande que el diámetro de una alcantarilla, donde decenas de chinos se afanan por sacarse una foto a empujones; un poco como cuando venían los de Bimbo o Cola Cao a regalar cromos a la puerta del colegio, como los jubilados ante una mesa de canapés. Y sí, una vez más, también el K.R. se sacó la foto. Enviamos al mejor de nuestros hombres, el Komandante Karmaikel, hombre astuto y vivaracho que, aprovechando un momento de "confución" china, se subió sobre la alcantarilla del mundo y, alargando la mano, tocó el cielo.

jueves, octubre 04, 2007

La Gran Muralla China (yII)




La frontera del nómada no está en el borde,
sino en la grieta.

La Gran Muralla China (I)



Anotado en la Bitácora de Rarezas:
"el muro de Berlín era una mierda".
Anotación del Komandante Karmaikel.
Día cuatro. Simatai.

La necesidad humana de poner límites,

la practican los niños desde el instante mismo en el que descubren que, más allá de su cuerpo, está su madre. Y, un poco más allá todavía, un mundo infinito que los brazos no abarcan
por sí mismos. Pero la necedad humana de ponerle puertas al campo la descubren los adultos en el instante mismo en el que comprenden que "los niños" no obedecen.
La Gran Muralla China, además de infinita, tiene la particularidad de ser una de esas estupideces humanas que el tiempo vuelve hermosas. La memoria del nómada no guarda los recuerdos del mundo.

Aun sabiendo que debajo de cada piedra hay un esclavo -o quizás por eso-, no hay viajero que no se sienta inmenso y a la vez pequeño. Somos tan enanos que nos desborda la edad de unas piedras. Somos tan grandes que perduramos en ellas.

Y sí, también el K.R. se fotografió allí. Hay lugares del mundo que parecen que no son de él. Mereció la pena.